el 3 may En: Biografías Reyes de Suecia - 1 comentario
DÉSIRÉE CLARY
1777 - 1860
"UNA FRANCESA EN EL TRONO DE SUECIA"
LA DESAFORTUNADA NOVIA
LA DESAFORTUNADA NOVIA
Eugénie Bernardine Desirée Clary nació en Marsella en 1777, hija de un acomodado comerciante marsellés, François Clary, y de Rose Françoise Somis. Después de una infancia típica de una niña de la pequeña pero floreciente burguesía de provincias del Sur de Francia, compartida con su hermana Julie, la familia Clary atraviesa sin demasiadas dificultades la tempestad revolucionaria. A sus 12 años oye hablar de los cambios políticos que se operan en París, de la toma de la Bastilla, de los Estados Generales. La sociedad entonces establecida desde hace siglos se derrumba. A los 15 años, en 1792, cae la monarquía de Luis XVI y, pocos meses después el rey y la reina son guillotinados en enero y octubre de 1793 respectivamente. La Revolución está entonces en su peor fase: la del régimen del Terror, impulsada por Robespierre.
El 21 de Enero de 1793, en la que sería la actual parisina Plaza de la Concordia, el rey Luis XVI era guillotinado tras haber perdonado a sus enemigos...
Tiene 17 años nuestra protagonista cuando entra en su vida el enjuto oficial corso, Napoleón Buonaparte, promovido inspector general de las costas después del asedio de Toulon. Por la misma época, el hermano mayor de Napoleón, José Buonaparte, ya está cortejando a su hermana Julie, y con tanto éxito que al final éste obtiene del padre Clary permiso para desposarla. Por mimética o inercia, Napoleón y Désirée oficializan su compromiso el 21 de abril de 1795, a pesar de las reticencias maternales: "Ya tengo bastante con un Bonaparte en la familia!" exclamó la madre de la novia.
Esbozo del retrato del General Napoleón Buonaparte (1769-1821), obra de David.
Napoleón, que tiene que regresar súbitamente a París justo después del compromiso, pretende precipitar el casamiento y obtener de forma inmediata el consentimiento de los padres de Désirée. Sin embargo, en la capital, el joven general corso se cruza en el camino de una celebridad, Josefina de Beauharnais, viuda de un general guillotinado y madre de dos hijos, amante de Barras y mujer de gran influencia en esa nueva sociedad post-revolucionaria establecida por la joven república. El encuentro entre estos dos personajes supone un flechazo que se traduce en boda el 8 de marzo de 1796, con la consecuente ruptura de compromiso con Désirée, para mayor satisfacción y alivio de los padres de ésta.
El mismo año de 1796, Désirée reemplaza a su novio fallido por otro militar de igual rango, el General Duphot. Está visto que le atraen los uniformes... Pero para colmo de su mala suerte, su 2º suspirante encuentra inesperada y tontamente la muerte en un tiroteo callejero y la deja compuesta y sin futuro marido.
Pese a la sensación deprimente de ser la novia eterna y jamás casada, Cupido se apiada de Désirée y, dos años más tarde, pone en su camino a otro militar, esta vez venido de los Pirineos Occidentales y llamado Jean-Baptiste Bernadotte (1763-1844), hijo de un abogado de la pequeña ciudad de Pau, antigua capital del reino de la Navarra Francesa y lugar donde nació 210 años antes que él, el que fue rey Enrique IV de Francia. ¿Acaso es una señal?¿Un guiño del destino?
Retrato del General Charles Jean-Baptiste Jules Bernadotte (1763-1844).
El oficial de 35 años es de su agrado, un buen hombre, un bravo militar curtido por la campaña italiana que hizo al lado de Napoleón Bonaparte. Se llevan 14 años de diferencia, pero el detalle le da si cabe más seguridad a Désirée, que cuenta entonces 21 primaveras. Con la bendición de los padres, Désirée se casa finalmente con su apuesto Jean-Baptiste Bernadotte el 17 de agosto de 1798.
Se opera entonces un cambio radical en la vida de la provinciana Désirée. De Marsella se traslada con su marido a París, donde vive su hermana Julie, casada con José Bonaparte, y también Napoleón y su mujer Josefina de Beauharnais.
MADAME BERNADOTTE, UNA INCONSCIENTE ANTE SU DESTINO
Eugénie Bernardine Désirée Clary era la 3ª hija del matrimonio formado por François Clary y Rose Françoise Somis, precedida por la mayor Rose sobre la que se sabe bien poca cosa aparte de haberse casado con Antoine de Saint-Joseph y que tuvo descendencia, y por la segunda Julie (1771-1845), mujer de José Bonaparte desde 1794 y madre de dos niñas: Zénaïda y Carlota Bonaparte.
Después del fiasco de sus dos noviazgos, primero con el general Napoleón Bonaparte, que la dejó plantada por una mundana y sofisticada criolla respondiendo al nombre de Josefina de Beauharnais, y luego con el malogrado general Duphot, víctima de un tiroteo callejero, Désirée encontró finalmente el marido ideal aunque tuviese 14 años más que ella: el veterano Charles Jean-Baptiste Bernadotte, también general y amigo de su cuñado José Bonaparte.
La boda se celebró el 17 de agosto de 1798 en la localidad de Sceaux, no muy lejos de París. A partir de entonces, las puertas de la sociedad metropolitana se abrieron ante Desirée. Pero la pequeña burguesa de Marsella no siente el menor vértigo ante tamaño cambio de vida, simplemente lo acepta con pasmosa naturalidad y sin adoptar aires de advenediza. Esa actitud será una constante en la vida de nuestra protagonista, como si viviera un sueño y no tomara consciencia de que realmente lo está viviendo. Se puede decir de ella que fue una inconsciente ante las increibles aventuras de su prodigioso destino. La sencilla chica de Marsella permanecía siéndolo incluso en medio de aquella lujosa y frívola sociedad parisina.
París era, para Désirée, la meta de toda provinciana y no le quitaba el sueño el haber cumplido con su objetivo: se dejaba llevar, no aparentaba ni fraguaba más ilusiones que la de ser una mujer colmada y una madre respetable y discreta.
EL MARIDO DE DÉSIRÉE, CHARLES JEAN-BAPTISTE BERNADOTTE
Su flamante marido, Charles Jean-Baptiste Bernadotte (1763-1844), hijo de Henri Bernadotte, abogado, y de Jeanne de Saint-Jean, era oriundo de la ciudad natal de Enrique IV de Francia, Pau, antigua capital del Bearnés y de la Navarra Francesa. Y como ese ilustre y batallador monarca que instauró la dinastía de Borbón en París, Bernadotte iba a vivir una vida no menos ajetreada y marcada por un destino igual de prodigioso, para finalmente instaurar su propia dinastía en Estocolmo.
Bernadotte se había enrolado en el Ejercito Real en 1780, como simple soldado a la edad de 17 años; coronel en 1792, el general Kléber le ascendió a general de brigada en el mismísimo campo de batalla. Bernadotte tenía madera de soldado y estaba prometido a una rápida ascensión en la escala militar, y la Revolución y la guerra contra Austria han servido para que se luzca a ojos de sus superiores. En 1797 abandona el ejército del Rhin para dar su apoyo a Napoleón Bonaparte en Italia. Después de la Paz de Campoformio, Bonaparte le da un mando subalterno. El Directorio le confía luego la breve misión de embajador en Viena y le nombra ministro de la Guerra de julio a septiembre de 1799. Bernadotte reorganiza entonces el ejército, pero los directores acaban por retirarle la cartera ministerial. Es más, su antipatía por Napoleón Bonaparte se pone de manifiesto; en consecuencia, rehúsa apoyarle en su golpe de Estado del 18 Brumario, gesto que le valdrá una reputación de neo-jacobino.
Grabado representando al General Charles Jean-Baptiste Jules Bernadotte (1763-1844), antes de convertirse en uno de los célebres mariscales del Primer Imperio...
Convertido en comandante del ejército del Oeste, su nombre aparece en la conspiración de los "Potes de Mantequilla" (en los cuales circulaban consignas anti-bonapartistas), pero sin graves consecuencias para él: es el cuñado de José Bonaparte, y puede que ese parentesco político diluya cualquier represalia... y, por suerte, su esposa Désirée ha sido la novia desdeñada de Napoleón, con el que sigue manteniendo muy buenas relaciones. De momento el "Sargento Hermosa Pierna", apodo de Bernadotte, no tiene nada que temer...
El General Napoleón Bonaparte (1769-1821), Cónsul vitalicio de Francia de 1799 a 1804.
De hecho, Napoleón se ha convertido en el Primer Cónsul Vitalicio de Francia, en el dirigente y hombre fuerte del país; la república ha pasado a mejor vida en 1799, dejando paso a una especie de dictadura militar que, a pasos agigantados, se convertirá en un régimen autocrático e imperialista en 1804.
En 1804, Bernadotte es ascendido a mariscal del 1er Imperio. Dos años más tarde, el flamante auto-coronado emperador de los Franceses Napoleón I, le otorga el principado-ducado italiano de Ponte-Corvo (o Pontecorvo). Désirée pasa de ser "la Señora Mariscala Bernadotte" a "Su Excelencia la Princesa de Pontecorvo"... ¡Menudo cambio!
Desde luego Napoleón no parece guardarle rencor a Bernadotte a pesar de que éste haya dado muestras de tibieza y falta de entusiasmo en las grandes batallas, como en la de Austerlitz el 2 de diciembre de 1805, o en la doble batalla de Auerstadt y de Iéna el 14 de octubre de 1806, donde tuvo la misión de dar soporte al mariscal Davout en dificultades ante el ejército prusiano: no movió un solo dedo hasta que cayera la noche.
Pero cuando se trata de perseguir al enemigo prusiano, Bernadotte es raudo y veloz recorriendo toda Prusia de Norte a Sur... Después de haber forzado a los prusianos de Blücher a capitular, trató a los oficiales de la división sueca hecha prisionera en Lübeck con suma delicadeza y respeto. Este comportamiento ejemplar a ojos de la Dieta de Estocolmo, así como el deseo de Suecia de proceder a un acercamiento con Francia (para perjudicar a Rusia), tendrán una consecuencia inesperada: el 21 de agosto de 1810, los Estados Generales de Öretro escogerán al mariscal francés como príncipe heredero de Suecia, y Napoleón no se opondrá, teniendo en cuenta que un mariscal francés sobre el trono sueco es una de las mejores jugarretas que se le puede hacer a Gran-Bretaña.
Pero el momento aún no ha llegado.
Retrato del Mariscal Bernadotte, según Kinson.
Siempre bajo las órdenes de Napoleón, es durante la campaña de Polonia, en 1807, que Bernadotte muestra su mejor destreza en el mando. Es él quien dirige el hábil repliegue ante el ejército ruso de Benningsen, permitiendo a Napoleón dar la victoriosa batalla de Eylau el 8 de febrero de 1807. Pero, sin embargo, su destacamento no participa en esta batalla y tampoco en la de Friedland del 14 de junio. Bernadotte es finalmente destituído por el emperador por la conducta del cuerpo sajón, del cual tiene el mando, durante la batalla de Wagram (5-6 de julio de 1809). Su ejército no consigue tomar las líneas prusianas y se repliega en desorden durante la primera jornada de la batalla. Al día siguiente, mientras las fuerzas bajo el mando de Napoleón disfrutan de las mieles de la victoria, Bernadotte lanza una elogiosa proclamación a sus tropas que habían huído en desbandada la víspera.
Las relaciones entre Napoleón y él se vuelven, entonces, francamente malas...
Caído en desgracia, el mariscal vuelve a París para reunirse con su mujer e hijo, que viven en el Castillo de La Grange, en la localidad de Savigny (departamento de Seine-et-Marne).
LA PRINCESA TRANQUILA
Retrato de Désirée Clary-Bernadotte, Princesa de Pontecorvo (1777-1860), según el Barón Gérard, en 1807.
Menos de una año después de su matrimonio con Charles Jean-Baptiste Bernadotte, Désirée dió a luz a un hermoso niño, al que le impusieron el nombre de pila de Oscar. Semejante decisión parece más bien una premonición de lo que les iba a ocurrir con 11 años de antelación...
Fue la única maternidad de Désirée, y no sorprende a sabiendas de las repetidas ausencias de su marido, siempre en campaña y con el culo en la silla de su montura persiguiendo a prusianos y rusos. A partir del bache de Wagram en julio de 1809, Bernadotte es un mariscal en reserva, lo que equivale a decir que ha dejado de ser útil al emperador. Y como no hay mal que por bien no venga, Désirée recupera a su marido para ella sola y para su hijo Oscar, de tan solo 10 años de edad.
Disfrutarán de unos meses de relativa tranquilidad en su castillo de La Grange, pero no más.
Désirée no es mujer mundana pese a su rimbombante título principesco. Se cartea con sus hermanas y padres, pasea entre sus adorados naranjos enmacetados que le recuerdan el benévolo y soleado clima de su Marsella natal, y educa a su hijo con sumo cuidado.
Retrato oficial de Marie-Julie Clary-Bonaparte (1771-1845), Reina consorte de España, junto con su hija Zenaida Bonaparte...
Su hermana Julie tiene otro tipo de vida: de la noche a la mañana se ha encontrado sentada en el trono de Nápoles y, en 1808, por voluntad de Napoleón I, su marido José ha tenido que ceder su reino a su cuñado Joaquín Murat, para hacerse cargo de la corona española, vacante desde el aberrante y patético episodio de Bayona...
Retrato de José I Bonaparte (1768-1844), esposo de Julie Clary, Rey de Nápoles y luego Rey de España, apodado "Pepe Botella"...
El cambio ha sido para peor: los españoles empiezan a alzarse en armas, reivindicando a su rey prisionero Fernando VII, y las guerrillas se multiplican dando inestimable apoyo a los ingleses, aunque Wellington lo desprecie y finja no necesitar de los españoles insurrectos para tumbar al invasor francés.
La estancia de José I Bonaparte en Madrid está, por tanto, condenada al fracaso. Tan mal van las cosas en España que Julie, su esposa, prefiere no cruzar los Pirineos no vaya a ser un viaje en balde de ida y vuelta.
LOS ASUNTOS SUECOS
La Corona Real de Suecia: esta corona fue la más utilizada para las coronaciones de los monarcas suecos desde el reinado de Gustavo II Adolfo. De hecho, fue creada para su consorte, la reina Maria-Eleonora de Brandenburgo, madre de la reina Cristina I de Suecia...
El año de 1809 es, sin embargo, decisivo para los Bernadotte. El mariscal, encargado de llevar a cabo operaciones contra los suecos, interrumpe súbitamente las hostilidades al producirse un golpe de Estado militar en Suecia: los generales Adlersparre y Adlercreutz, alzados en armas, deponen literalmente al rey Gustavo IV Adolfo, hartos de su exacerbado belicismo (provocando las pérdidas de Pomerania y de Finlandia). Por si fuera poco, Gustavo IV Adolfo se erigía en el rival de Napoleón, y nostálgico de las epopeyas de Carlos XII le obsesionaba devolver a su país aquella hegemonía sueca del s. XVII perdida en Poltava...
Retrato del Rey Gustavo IV Adolfo de Suecia (1778-1837), quien sucedió a su asesinado padre Gustavo III en 1792 y que fue depuesto por un alzamiento militar en 1809... / Retrato según Lampi.
Apresado, Gustavo IV no puede hacer otra cosa que abdicar la corona y tomar el camino del exilio con esposa e hijos. La regencia y, finalmente la corona, serán asumidas por su tío el pusilánime Carlos, duque de Södermanland (1748-1818), proclamado rey con el nombre de Carlos XIII. Pero el problema sucesorio toma relieve: el anciano rey no tiene hijos de su matrimonio con Hedwig Carlota de Holstein-Gottorp, y hace 4 años que su otro hermano, Federico-Adolfo, duque de Ostergotland (1750-1805) ha fallecido de delirium tremens, soltero y sin hijos. Queda la hermana, la princesa Sofía Albertina de Suecia (1758-1829), soltera y, por tanto, sin descendencia. En resumen, la situación dinástica sueca se encuentra en un callejón sin salida y urge solucionar cuanto antes la sucesión de la corona.
Retrato de Carlos XIII, Rey de Suecia (1748-1818), tío y sucesor de Gustavo IV Adolfo, y último representante de su dinastía al carecer de descendencia...
Carlos XIII soluciona la falta de herederos adoptando a un príncipe danés, el duque Christian de Holstein-Sonderburg-Augustenburg (1768-1810), que además es pariente y procede de la misma dinastía. Una solución que no perduró: la nobleza sueca despreciaba al nuevo Príncipe Heredero por sus modales ostensiblemente burgueses y, su fugaz estancia sueca terminó con un repentino ataque de apoplejía mientras pasaba en revista las tropas de Escania.
El Príncipe "Carlos" Christian-Augusto de Holstein-Sonderborg-Augustenborg (1768-1810), Kronprins de Suecia e hijo adoptivo del rey Carlos XIII de Suecia, que falleció fulminado por una apoplejía durante una revista militar... Su muerte propició un asesinato y el advenimiento de una nueva dinastía en Suecia.
Su repentina muerte provocó rumores de envenenamiento, instigado por la alta nobleza sueca y el pueblo sueco se echó a la calle el día de su entierro en Estocolmo, haciendo una víctima de importancia: el Conde Hans-Axel de Fersen, considerado erróneamente como el instigador del supuesto envenenamiento y cabecilla visible de la alta nobleza... Fue masacrado en plena calle por elegantes caballeros y damas de la burguesía de Estocolmo. Tuvo que personarse el rey Carlos XIII para que los ánimos se calmasen, aunque llegó tarde.
LOS PELDAÑOS DEL TRONO SUECO
Cuando en 1810 fallece inesperadamente de una fulminante apoplejía el orondo Príncipe Heredero de Suecia e hijo adoptivo del anciano rey Carlos XIII, Christian de Holstein-Sonderburg-Augustenburg (1768-1810), que había sido virrey de Noruega por cuenta de su primo el rey de Dinamarca, la situación sucesoria sueca vuelve a estar como al principio: el rey no tiene heredero que le suceda en el trono.
Para colmo, la clase burguesa ha soliviantado al pueblo de Estocolmo contra la alta nobleza, difundiendo el falso rumor de que el amado príncipe Christian ha sido envenenado por el clan Fersen. Tras atizar concienzudamente el odio del populacho (se habla también de distribución gratis de aguardiente en las posadas de la capital la noche anterior a la sublevación, y de sobornos...), la clase burguesa persiguió su objetivo de echar abajo a la alta nobleza y descabezar a la familia más poderosa y rica de Suecia mediante la masacre, a pleno día y en medio del convoy funerario del finado príncipe, del Conde Hans-Axel de Fersen, entonces el más alto y distinguido dignatario de la corte.
El Conde Hans-Axel de Fersen (1755-1810), el célebre "amigo" de la reina Maria-Antonieta de Francia y "favorito" del rey Gustavo III de Suecia, que fue injustamente acusado de envenenar al kronprins Christian de Holstein-Sonderborg-Augustenborg, hijo adoptivo del rey Carlos XIII, y bestialmente linchado en plena calle...
El asalto de la carroza del conde de Fersen es espantoso; su coche de ceremonia acaba sin su ocupante ni cochero, las puertas hundidas, los cristales rotos, y los caballos corriendo desbocados por las calles de la capital, arrastrando lo que queda de la carroza. El conde de Fersen, auténtica cabeza de turco del odio popular, ha sido arrancado de su coche, y la muchedumbre se ha ensañado duramente con él: le han desgarrado su traje de ceremonia hasta dejarle en paños menores, arrancado sus condecoraciones para pisotearlas, le han propinado puñetazos y golpes de paraguas hasta herirle gravemente. Medio desnudo y ensangrentado, encuentra refugio en una casa cercana, pero la vociferante y sanguinaria muchedumbre exaltada hasta el paroxismo, le sacan a la fuerza y, en medio de la calle, le propinan toda suerte de patadas en la cabeza y el cuerpo. Hay quien incluso salta bestialmente sobre él, pisoteándole y hundiéndole la caja torácica. Ante tan horrendo linchamiento, incluso los soldados quedan paralizados del miedo y sus superiores sufren ataques de pánico, huyendo despavoridos.
La misma familia del conde se convierte en el siguiente objetivo de ese linchamiento callejero. Sus hermanas y hermanos huyen de sus palacios para refugiarse, obteniendo el amparo de la policía y del ejército. Les fue de poco acabar como Hans-Axel. Ni que decir que la sublevación urdida por la burguesía tuvo éxito, aunque solo se cobrara una víctima de prestigio. Después de insistentes ruegos para que interviniera el rey, Carlos XIII salió de su pasmosa pasividad y montó en calesa descubierta para ordenar que la gentuza se apaciguara. Una conducta indignante y calculada; el soberano había dejado caer el día anterior que era menester darle un buen susto a ese conde de Fersen para rebajarle los humos... Y su comentario en "petit commité" no cayó en oído de sordo por lo visto, y el "susto" degeneró en asesinato. Tampoco se dió prisa Carlos XIII para ir a apaciguar a los sanguinarios y otorgar su protección a la familia Fersen, perseguida por todo Estocolmo.
Aquel penoso día de 1810 sería comentado por toda Europa, provocando unánimes condenas y desmitificando para siempre la legendaria conducta "civilizada" de los suecos. Pasaron meses para que los Fersen obtuvieran la pública rehabilitación del asesinado conde Hans-Axel de Fersen, injustamente acusado de ser el promotor del supuesto envenenamiento del Príncipe Heredero Christian. En cualquier caso, ese inocente no tuvo siquiera la oportunidad de defenderse en vida de las falacias vertidas contra él y su familia.
Después del triste episodio de aquellos funerales regios, Carlos XIII se avino a adoptar al mariscal Bernadotte como sucesor al trono, y por el cual sentía especial predilección como el resto de sus conciudadanos, recordando su caballerosidad para con los prisioneros suecos de Lübeck. En agosto de 1810, los Estados Generales votaron a favor de su candidatura, ratificando así la voluntad del rey, y la noticia fue inmediatamente comunicada al interesado por boca del embajador sueco en París.
Regalia Sueca: la corona real, el orbe, el cetro y la llave de oro del rey Erik XIV, forman parte del histórico y rico Tesoro de la Corona de Suecia desde el siglo XVI.
Nunca mejor dicho, la corona de Suecia le caía del cielo a Bernadotte por méritos propios. Y el olfato de Carlos XIII no falló: escogió el mejor candidato que pudiera pretender a sucederle. Sus cualidades superaban con creces al difunto príncipe Christian: Bernadotte sentía mucho respeto por la nación sueca y demostraría, a la postre, ser un verdadero sueco.
Charles Jean-Baptiste Jules Bernadotte (1763-1844), Mariscal de Francia y Príncipe de Pontecorvo.
La noticia de que su marido fuera designado Príncipe Heredero de Suecia (Kronprins af Sverige) en aquél agosto de 1810, sorprendió a la sencilla Désirée por inesperada. Una cosa era que Suecia le otorgara a su marido condecoraciones nacionales en agradecimiento por su honorable conducta con los prisioneros suecos, y otra que le eligieran unanimamente como su futuro rey. Désirée no se imaginaba tener que abandonar el suave clima de París para ir a la fría y helada capital de Suecia; se había acomodado del título de princesa de Pontecorvo, con naturalidad y sin impresionarse, como si su padre hubiese comprado un establecimiento nuevo para su negocio familiar; para ella era lo mismo. Pero la corona sueca implicaban cambios en su vida: ella, una hija de comerciantes marselleses sentarse en un trono, ser esposa y madre de rey, era una idea totalmente demencial. Más patidifusa se debió de sentir cuando el emperador Napoleón I no objetó nada y que, más bien, felicitara al mariscal Bernadotte y esposa por semejante ascenso. Evidentemente, Napoleón acogió la buena nueva pensando que ahí se le presentaba la ocasión de poner en jaque a Gran-Bretaña por persona interpuesta. En el ajedrez político del emperador, Bernadotte se convertía en su mejor peón y pensaba que podría manipularle indefinidamente.
Retrato oficial de Napoleón I, Emperador de los Franceses (1769-1821), ataviado con los ropajes de su coronación y los símbolos imperiales, según Robert Lefevre.
A Désirée, esa nueva situación le debió de parecer como una caminata cuesta arriba. Ni pizca de gracia le hacía la idea de tener que hacer sus baúles para embarcarse hacia Estocolmo: no tenía ni idea de cómo presidir una corte y figurar como la primera dama de un reino cuyas costumbres y lengua le eran totalmente extrañas. Pero su marido aceptó el regalo de Carlos XIII, y se dispuso a viajar a su nueva patria adoptiva y conocer a su nuevo "padre adoptivo" y la familia de éste.
1ª Parte / Continuará...
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